We are in the New York Times! "A Living Wage for Caregivers"

http://opinionator.blogs.nytimes.com/2015/07/10/organizing-for-the-right-to-care

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"Marlene Juarez worked as a nanny for a family near Boston, taking care of four children ranging in age from 6 months to 6 years old; she organized play dates, cooked, did laundry and cleaned a large house. Both parents worked full time and in some weeks asked Juarez to work as many as 60 or 70 hours. Juarez had recently emigrated from Honduras, and was afraid to complain. She couldn’t afford to lose her job. But, once, she requested a few hours off to deal with a personal matter — and in response, her employers docked her pay.

“If you’re reducing my pay when I ask to work less hours,” she said, “shouldn’t you increase my pay when you ask me to work more hours?”

“They said no,” Juarez recalled. “They said I had no right to overtime.”

Juarez’s experience is common. There are 2.5 million domestic workers in the United States — nannies, housekeepers and caregivers — and although domestic work is the nation’s fastest growing occupation, with a million new jobs expected within the next 10 years, this work remains hidden in a poorly regulated shadow economy in which abuses are rampant.

One-quarter of domestic workers are paid below the minimum wage, according to a national survey — with the average annual pay for all being just above $17,000. Few workers receive overtime. In Manhattan, health care and personal care are among the lowest paid occupations; only food preparers and servers do worse. (If you take care of machinery instead of human beings you earn twice as much.) Moreover, most domestic workers lack the basic job protections that Americans in other professions take for granted: contracts, sick leave, vacation days, matched contributions to Social Security, retirement benefits.

Today, however, Juarez knows her rights well (and, yes, in Massachusetts she is entitled to overtime pay). In fact, she and colleagues like Angela Foster — a veteran nanny who discovered the domestic workers movement two years ago at a workshop during National Nanny Recognition Week (mark it: the fourth week in September) — now regularly conduct training sessions to teach others about their rights.

They work as member leaders with an organization called Matahari: Eye of the Day, (matahari, in Malay, means sun). The group is part of the Massachusetts Coalition for Domestic Workers, which successfully lobbied for passage of a domestic workers’ bill of rights. Juarez had grown so emboldened that she successfully lobbied her own city, Lynn, Mass., to adopt a resolution in support of that bill of rights. “For me this experience has been marvelous,” she added. “I’m helping others to know about the law, and to lose their fear.”

Juarez and Foster are among the emerging leaders at the forefront of a growing and perhaps pivotal rights movement: the effort to advance fair labor protections for domestic workers. This is, after all, a work force that arguably handles the most precious and least appreciated work in society: taking care of homes, parents, grandparents and children.

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Un Salario Digno para las Cuidadoras

Marlene Juarez trabajó como niñera para una familia cerca de Boston y cuidaba de cuatro niños cuyas edades variaban desde los 6 meses hasta los 6 años; organizaba días de juego, cocinaba, lavaba la ropa y limpiaba una casa grande. Ambos padres trabajaban a tiempo completo y en pocas semanas, le pidieron a Juarez que trabajara hasta 60 o 70 horas. Juarez había emigrado recientemente desde Honduras y tenía miedo de quejarse. No podía perder su trabajo. Pero, una vez, pidió unas horas libres para lidiar con un asunto personal-- como resultado, sus empleadores se lo restaron a su salario. 

“Si estás reduciendo mi salario cuando pido trabajar menos horas,” dijo, “¿no deberías subirme el salario cuando me pides que trabaje más horas?”
“Ellos dijeron que no,” recordó Juarez. “Dijeron que no tenía derecho al tiempo extra.”

La experiencia de Juarez es muy común. Hay 2.5 millones de trabajadoras del hogar en los Estados Unidos -- niñeras, limpiadoras del hogar y cuidadoras-- y aunque el trabajo en el hogar es la ocupación de mayor crecimiento en el país, con un millón de trabajos nuevos esperados en los próximos 10 años, este tipo de trabajo permanece escondido, en una sombra económica poco regulada donde prevalece el abuso desenfrenado. 

El salario de un cuarto de las trabajadoras del hogar queda por debajo del salario mínimo, según una encuesta nacional-- el salario anual promedio para todas es de un poco más de $17,000. Pocas trabajadoras reciben tiempo extra. En Manhattan, el cuidado de salud y el cuidado personal son de las ocupaciones menos pagadas; le supera sólo a los preparadores de alimentos y los meseros. (Si se ocupa de máquinas en vez de seres humanos, puede ganarse el doble.)  Además, la mayoría de las trabajadoras del hogar no tienen las protecciones de los derechos laborales básicas que los estadounidenses en otras profesiones dan por hecho: contratos, tiempo por enfermedad, días de vacaciones, contribuciones pareadas al plan de Seguro Social y beneficios de retiro.

Sin embargo, hoy día Juarez conoce sus derechos muy bien (y sí, en Massachusetts tiene derecho al tiempo extra pagado). De hecho, ella y sus colegas como Angela Foster-- una niñera experta que descubrió el movimiento de las trabajadoras del hogar hace dos años en una taller durante la Semana de Reconocimiento Nacional para las Niñeras (márquelo en su calendario: la cuarta semana de septiembre)-- ahora dirigen sesiones de entrenamiento con frecuencia para que otras trabajadoras conozcan sus derechos.

Ellas trabajan como líderes con una organización llamada Matahari: Eye of the Day, (matahari, en Malay, significa sol). El grupo forma parte de la Coalición de Trabajadoras del Hogar de Massachusetts, que presionó exitosamente para que se aprobara la carta de derechos de las trabajadoras del hogar. Juarez se había llenado de tanta valentía que presionó exitosamente a su propia ciudad, Lynn, Mass., para que adoptara una resolución apoyando a la carta de derechos. “Para mí, esta experiencia ha sido maravillosa,” añadió. “Estoy ayudando a que otros conozcan sobre la ley y a que pierdan el miedo.”

Juarez y Foster son sólo algunas de las líderes que están a la vanguardia de un creciente y crucial movimiento por los derechos civiles: fomentar el progreso de las protecciones laborales justas para las trabajadoras del hogar. Esto es, después de todo, una fuerza laboral que, se podría decir, maneja el trabajo más precioso y menos apreciado en nuestra sociedad: cuidar de los hogares, padres, abuelos y niños. 

“Tenemos una cultura de no explicar ni reconocer el valor del cuidado,” dijo Ai-jen Poo, directora de la Alianza Nacional para las Trabajadoras del Hogar (N.D.W.A., por sus siglas en Inglés), una organización que ha jugado un rol principal en los últimos años, incitando, coordinando y apoyando a las campañas por los derechos de las trabajadoras del hogar alrededor del país. “Esta fuerza laboral tienen una vulnerabilidad especial,” dijo Poo. “Están repartidas entre millones de hogares sin marcar. Y tienen una larga historia de marginación de las protecciones de los derechos laborales básicas.”
A las trabajadoras del hogar se les han negado protecciones equitativas en el trabajo durante casi 80 años. Cuando se aprobó la Ley Federal de Normas Razonables en el Trabajo del 1938 (F.L.S.A. por sus siglas en Inglés), que estableció el salario mínimo y la semana de trabajo máxima a nivel federal, se excluyó a dos tipos de trabajadores de sus protecciones: trabajadores agrarios y trabajadores del hogar. 

Fue una concesión que se le hizo a los legisladores del sur. “En el sur, la mayoría de los trabajadores del hogar y los trabajadores agrarios eran afroamericanos,” dijo Sheila Bapat, autora de Part of the Family? Nannies, Housekeepers, Caregivers and the Battle for Domestic Workers’ Rights. “Muchos eran hijos de ex-esclavos, algunos de ellos también habían sido esclavos, y muchos se oponían a que recibieran las mismas protecciones económicas que los trabajadores blancos y que se vieran posicionados en el mismo nivel económico.”

En los 1970s, el Congreso quiso enmendar la ley para que protegiera las protecciones del salario mínimo y el tiempo extra a las trabajadoras domésticas; sin embargo, añadió una cláusula de exención para los trabajadores que brindaran “servicios de compañerismo” en el hogar, usualmente a personas mayores o con discapacidades. La cláusula de compañerismo se ha interpretado con tanta amplitud que aún excluye a dos tercios de los trabajadores de la salud en el hogar-- mayormente aquellos que hacen mucho más trabajo que brindar compañía-- de las protecciones de la ley. En el 2013, la administración de Obama propuso cambiar la ley y extender las protecciones a casi dos millones de trabajadores del cuidado en el hogar, pero grupos dentro de esta industria demandaron al gobierno y el año pasado, un juez federal anuló el cambio. La decisión, que es intensamente política, está bajo apelación.

La lucha de las trabajadoras del hogar está íntimamente relacionada a muchas de las grandes batallas que se lucha en el país. Una gran mayoría de las trabajadoras del hogar son partes de grupos minoritarios, casi la mitad son inmigrantes y casi todas son mujeres. Las condiciones y el trato de trabajadoras domésticas refleja las actitudes hacia las inigualdades raciales, reforma migratoria, el valor del trabajo de las mujeres, la importancia del cuido de niños y personas con discapacidades y la creciente demanda por el cuidado de ancianos. 

Este gran negocio de personas asistiendo a otras depende de una fuerza laboral cualificada y motivada, que esté dispuesta a hacer el trabajo del que otros dependen. 
El trabajo depende de la amabilidad, la paciencia y la confiabilidad-- incluso el amor-- además de destreza, que, paradójicamente, podría ser la razón por la cual el trabajo se subestime tanto. La gran pregunta: Como sociedad, ¿estamos dispuestos a ofrecerles un salario digno y condiciones de trabajo decentes a las personas que hacen este trabajo?

Hasta el momento, Nueva York, Hawaii, California, Massachusetts, Oregón,y Connecticut han aprobado la carta de derechos de las trabajadoras del hogar. Illinois ha presentado legislación parecida. Y la N.D.W.A. está apoyando a sus afiliados a promover el movimiento en varios otros estados y provincias canadienses. “En el ambiente de hoy día, organizar el mundo laboral es muy difícil,” dijo Bapat. “Pero esta es verdaderamente una gran historia sobre los derechos de los trabajadores. La manera en que ellas están demostrando el valor del trabajo del hogar es tan innovadora.”

¿Cómo persuades a los políticos y la gente común a que revalúen suposiciones antiguas sobre el cuidado? ¿Cómo influyes a las empresas cuyos modelos empresariales dependen de grandes grupos de cuidadoras con bajos salarios? “Los modelos tradicionales de organizar los lugares de trabajo no han encajado de la misma manera,” dijo Poo, quien también es autora de “The Age of Dignity,” que explora las soluciones de la crisis nacional del cuidado a largo plazo. “Este movimiento está compuesto de muchas mujeres de color quienes son invisible en nuestro estrato social. No hay un registro de trabajadoras del hogar, no hay un colectivo con quien negociar, así que tuvimos que ser creativas en términos de cómo este grupo de trabajadoras pudiera conseguir su propia voz y propio poder.”

“Una cosa que ha sido consistente es el poder de las historias,” añadió. “Casi todos tenemos conecciones a esta fuerza laboral. Cuando tenemos reuniones, preguntamos, ‘¿Cuántos de ustedes conocen a alguien que trabaja como trabajador del hogar? ¿O los crió una niñera, o tienen padres al cuidado de otra persona?’ Una vez empiezas a conectar los puntos, casi todos tenemos una conexión. Y es una conexión íntima y personal.”

En California, la campaña por la carta de derechos creó una coalición de organizaciones enfocadas en distintos asuntos, como el empleo, inmigración, los derechos de las mujeres y del trabajo. Distintos grupos documentaron las historias e hicieron encuestas sobre las condiciones de las trabajadoras del hogar, condujeron sesiones de entrenamiento para líderes y prepararon a las trabajadoras del hogar para que le hablaran a los medios y a legisladores. Organizaron demostraciones para que otros pudieran apoyarlas, lo que le permitió a las trabajadoras a marchar junto a sus empleadores y sus hijos con pancartas que decían “Apoya a mi niñera” o “Apoya a mi mamá.”

“Desde el 2011 hasta el 2013, fuimos a Sacramento 15 o 20 veces, a veces con una que otra trabajadora del hogar, y otras veces con cientos de ellas,” dijo Claudia Reyes, la trabajadora del hogar que funge como la organizadora comunitaria de Mujeres Unidas y Activas, una organización del Bay Area que ayudó a dirigir la coalición en California. “Hicimos presentaciones y talleres junto a nuestros aliados en las escuelas, universidades, iglesias y en la Legislatura. Lo que más me impresionó fue el liderazgo de las mujeres inmigrantes.” La ley se aprobó  en septiembre de 2013.

“Este movimiento ha transformada la manera en que las trabajadoras del hogar se ven a ellas mismas,” dijo Aquilina Soriano-Versoza, la directora ejecutiva del Centro de Trabajadoras Filipinas en Los Ángeles. “Gracias a su liderazgo, sus hijos perciben a sus madres y a sus abuelas de manera diferente.” Dijo que recordó un comentario conmovedor de una mujer llamada Emily: “Antes, me sentía avergonzada de decir que era una cuidadora. Pero ahora, cuando alguien me pregunta lo que hago, me siento orgullosa de decirlo.”

En Massachusetts, el acercamiento fue muy parecido. “Fue la unión de cinco organizaciones,” dijo Monique Nguyen, la directora ejecutiva de Matahari, Centro de Mujeres Trabajadoras. “Organizamos una convención de trabajadoras del hogar en el 2011 en el área de Boston para soñar y compartir ideas.” En Massachusetts, las trabajadoras del hogar ya gozaban del derecho al salario mínimo y al tiempo extra, pero buscaban otras protecciones, como el derecho a recibir pago por todas las horas de trabajo (el robo de sueldos es común), de garantizar los días de descanso y tener permiso de maternidad, aunque no sea pagado. Los Servicios Legales del Área de Boston las ayudó a convertir sus sueños en un borrador de nueva legislación y después las conectaron al Representante Estatal Michael J. Moran, cuya madre había sido trabajadora del hogar, y quien estuvo de acuerdo a trabajar y co-auspiciar la carta de derechos, junto al Senador Estatal Anthony W. Petruccelli. Decenas de trabajadoras del hogar hicieron declaraciones en la audiencia para la carta de derechos. Se aprobó en junio 2014. 

Sin embargo, la implementación es un reto. Como este tipo de trabajo es tan aislado y escondido, el cumplimiento con la ley requerirá que se rieguen nuevas normas sociales y prácticas de negocio más creativas. Hasta el momento, el N.D.W.A. ha presentado una serie de iniciativas, incluyendo una rama innovadora que se llama “Fair Care Labs,” que atrae a quienes les interesa la tecnología para que desarrollen nuevas empresas y que trabajen con distintas compañías para mejorar las normas del trabajo de cuidado y del hogar. Una nueva empresa es un app de teléfono móvil para ayudar a las trabajadoras del hogar a que intercambien listas de tareas en Inglés o en Español con sus empleadores. “Care Tango” es otro negocio que combina a las cuidadoras con quienes necesitan de sus servicios en área de Nueva York.

Y el mes pasado, en una conferencia organizada por la Iniciativa Mundial Clinton, la N.D.W.A. presentó un Compromiso de Cuidado Justo junto a Care.com, el mercado digital más grande que conecta a más de siete millones de personas que buscan a cuidadoras con casi seis millones de cuidadoras en los Estados Unidos, y “Hand in Hand”, una red de empleadores de trabajadoras del hogar. El compromiso obliga a los empleadores a pagar un sueldo justo, proveer expectativas claras del trabajo y ofrecer tiempo libre pagado. 

“Es crear conciencia entre nuestros miembros y tomarnos un momento para reconocer que tu hogar es el lugar de trabajo de otra persona,” dijo Donna Levin, co-fundadora y vice presidenta de Care.com. Además de diseminar este llamado a la acción, la compañía provee las herramientas y las guías para ayudar a los empleadores a revisar sus tasas de sueldos, determinar cuánto es un sueldo digno en su área, crear un contrato y entender cuáles son sus deberes ante la ley. También ofrece un servicio de nómina, “Homepay,” que maneja las deducciones fiscales y las declaraciones de impuestos de los empleadores de trabajadoras domésticas. “Nos comprometimos a tener 25,000 de nuestros miembros que se comprometan este año,” dijo Levin.

“Esta es una profesión que merece reconocimiento,” dijo Poo. “No es tan vieja como las tuberías y las vías férreas, pero sigue siendo la infraestructura. Es el trabajo que hace posible los demás trabajos.”

 

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